
Algunas veces pienso
¿Por qué estamos como estamos?
¿Por qué vivimos lo que vivimos?
¿Por qué nos alejamos?
¿Por qué ahora ni nos saludamos al estar frente a frente?
¿Por qué si lo intento tanto no lo logro?
¿Por qué si fui sincera me mintieron?
¿Por qué si sé que lo que tu sabes, me sigues mintiendo?
Y podría seguir por semanas e infinitas preguntas que hasta cierto punto frustran al ser humano en general y por eso deciden esconderse en un “Hola ¿cómo estás? Seguir de largo sin siquiera escuchar la respuesta. A muchos no les interesa profundizar la amistad, simplemente se mantiene ahí en la superficie como un sapo sentado en su hoja. Mientras el otro se sumerge hasta lo más profundo por esa amistad.
Ahí es cuando vienen ese millón y medio de preguntas. Y agradezco enormemente conocer lo que conozco y haber adquirido la sabiduría de mi entorno y tomando en cuenta mi post “Sin apego a resultados” y es lo más sano que puede hacer un ser humano.
Querer, amar, cariño, alegría, solidaridad, todo eso lo damos y siempre esperamos respuesta. Pues no, uno debe dar sin esperar nada a cambio. Por eso nos aferramos tanto a las personas y en la cultura occidental estamos acostumbrados a que la muerte es mala.
La felicidad la construye uno mismo, la trepa, la suda, la vive, la desvive, la desgasta, la mata, la revive, la pule, la quiebra, la pega el individuo propio. Nadie más es responsable y uno como persona debe tener la capacidad de hacerse feliz.
Con lo anterior no quiero decir que no debemos interrelacionarnos y que somos como una isla autosustentable, nada de eso; más bien dar lo mejor de uno sin esperar que ese otro te abra los brazos y simplemente regalarle buena vibra al universo.
Todo regalo verdadero es recíproco. El que da no se priva de lo que da. Dar y recibir son lo mismo. (Jorge Luis Borges)
ResponderEliminarMe encanta como eres!