
Muchos de nosotros pasamos el día poniendo nuestras culpas en hombros de otros, culpando la ineptitud de la gente, la falta de clase, la falta de moral, entre otras cosas; pero no nos paramos en un espejo a analizarnos.
Conozco muchas personas que entre el orgullo, la inmadurez y el miedo lanzan fechas hacia otras para culpar otros de sus desgracias. Cuando la verdad es que somos lo que somos y pasamos lo que pasamos porque nosotros mismos nos estamos construyendo el camino. Aunque muchos no lo vean (porque sé que es así) lo más importante y tal vez la clave para no cargar con aquel peso en la espalda es entender que somos los obreros de nuestras vidas, tenemos una torre con infinitas baldosas detrás de nosotros, un gran tobo de cemento y además nos dieron una espátula. Cada acción tomada es una baldosa que fijamos delante de nosotros y caminamos hacia ella.
Lo ideal es que siga el camino adelante como uno lo desea, pero algunas veces debemos correr para auxiliar baldosas que se agrietaron, aflojaron o tal vez se despegaron por completo y es ahí donde culpamos al cemento que no es bueno, a la espátula no está suficientemente lisa o la baldosa no es de buena calidad, cuando todo eso depende directamente de nosotros.
Cuando entendemos que lo que vivimos, dejamos de vivir o viviremos depende única y exclusivamente de nosotros podremos afrontar nuestras culpas, que dejarían de llamarse así, rebautizándose como “responsabilidades”.
Las culpas son esos errores o malos cálculos del camino que lanzamos a un pipote y lo transformamos en flechas que lanzamos a los demás. Es un fantasma que nos persigue hasta que no lo liberemos, hasta que no lancemos las verdades al aire y nos sinceremos con el alma. No hace falta herir a otros para sincerarse.
Muchas veces ya es demasiado tarde para reparar la baldosa y debemos vivir con una grieta eterna, buscamos otros obreros les pedimos ayuda, lloramos, hablamos y esa grieta ni disminuye. En ese momento mi recomendación es, la grieta está en esa baldosa generada por otra grieta anterior y debes ir mucho más atrás y hurgar más en tu pasado (cosa que es totalmente desagradable para muchos) y tal vez andar por el piso por un tiempito, pero localizar la grieta y sellarla perfecta hará que puedas seguir tu camino sin contratiempos.
Algunas veces localizamos el error, entendemos que es nuestra responsabilidad y tratamos de repararlas, pero nos frena lo más importante de todo, TU. Si no eres capaz de perdonarte a ti mismo seguirás poniendo baldosas agrietadas y te tocará volver, volver y volver como el perro arrepentido, afectando tu familia, amigos y tu vida por completo.
Además la sinceridad con la cual pones una baldosa en tu vida también es de suma importancia, porque no podemos ir asentando baldosas al azar y después de secas pretender quitarlas de un tajo o cuando finalmente alguien quita su baldosa no pretendamos obligarlo a que la vuelva a poner de buenas a primeras y que tenga plena confianza en pisarla de nuevo.
Así que sella tu grieta, fija bien tu próxima baldosa, sincérate, búscate en tu interior y hallarás muchas respuestas.
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