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lunes, 14 de marzo de 2011

...Y fueron felices para siempre...


Como imagen, las princesas de Disney como nadie las vio nunca, como ningún príncipe se las imaginó…

Muchas veces nos preguntamos ¿qué nos gusta de otra persona? ¿qué nos atrae o qué nos hace ir a pedirle el número o hacer una invitación?; ¿qué hacen? que para cada uno de nosotros esa persona tiene ese “extra something” que otros carecen.

Socialmente nos privamos mucho las mujeres de pedir número o de invitar a alguien a salir por las concepciones machistas e ideales de príncipe azul que nos meten en la cabeza desde que vemos La Sirenita, Cenicienta, La Bella Durmiente, etc… Pobres mujeres oprimidas (la mayoría sin padre o madre) enamoradas de alguien totalmente fuera de su alcance y que luego de una trama de sufrimiento, “pufffff” todo confabula para que ella esté junto a ese señor que sufría la soledad ante tanta riqueza y dinero.

Las cosas hoy en día no son así, nos enfrentamos a una realidad más cruda, pero seguimos pensando en nuestras cabecitas que vendrá aquel hombre con capa y botas raras a decirnos que nos ama y nos salvará del antagonista de la trama.

Entonces nos enfrentamos a una diatriba entre mente y corazón, racional y emocional; que viene siendo: no es el príncipe azul que yo soñé, pero es lo mejor que hay, así que me quedaré junto a él (Asumiendo en muchos casos que eso es “AMAR”) ó esperar a que llegue ese caricaturesco personaje que es capaz de enfrentarse ante las más malvadas brujas, dragones y blah.

Pues prefiero sin nada que me pese en la cabeza y el corazón esperar por alguien que no sea ni un príncipe, ni sea con lo que me tenga que conformar. Un hombre que psicológicamente reescriba mis recuerdos y me haga reír, que su inteligencia me asombre (porque no hay nada más atractivo en un hombre para mi que eso), que tenga defectos, porque al igual que yo debe tener muchos, pero mas allá de todo eso alguien que no tenga miedo a buscarme, a llamarme, escribirme o simplemente invitarme a salir (sin que eso conlleve un significativo de intensidad amor perpetuo o lo que sea).

Al final uno termina esperando por una u otra opción de esa diatriba , gracias al lo que el puto Disney ha puesto en nuestras cabezas y por eso seguimos pensando idioteces.

Entonces, ¿Qué podemos hacer nosotras para cambiarlo? ¿Audacia, valentía? para ir nosotras y decir “me gustas, me darías tu número” (OJO, sin sonar zorras).

¿Eso es lo que nos hace falta?

Creo que nosotras somos demasiado machistas y orgullosas todavía como para hacer ese cambio, pero trataré de hacer mi mayor esfuerzo para quitarme el chip.

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