Esto es una palabra para el mundo, para ti, para mi, para todos, para quien le guste mi visión de la vida y de las situación; también para quien quiera oponerme y argumentar su oposición... Bienvenidos todos a Mis Ojos de Papel...

domingo, 24 de octubre de 2010

La insoportable dependencia del ser humano

Algunas veces pienso

¿Por qué estamos como estamos?

¿Por qué vivimos lo que vivimos?

¿Por qué nos alejamos?

¿Por qué ahora ni nos saludamos al estar frente a frente?

¿Por qué si lo intento tanto no lo logro?

¿Por qué si fui sincera me mintieron?

¿Por qué si sé que lo que tu sabes, me sigues mintiendo?

Y podría seguir por semanas e infinitas preguntas que hasta cierto punto frustran al ser humano en general y por eso deciden esconderse en un “Hola ¿cómo estás? Seguir de largo sin siquiera escuchar la respuesta. A muchos no les interesa profundizar la amistad, simplemente se mantiene ahí en la superficie como un sapo sentado en su hoja. Mientras el otro se sumerge hasta lo más profundo por esa amistad.

Ahí es cuando vienen ese millón y medio de preguntas. Y agradezco enormemente conocer lo que conozco y haber adquirido la sabiduría de mi entorno y tomando en cuenta mi post “Sin apego a resultados” y es lo más sano que puede hacer un ser humano.

Querer, amar, cariño, alegría, solidaridad, todo eso lo damos y siempre esperamos respuesta. Pues no, uno debe dar sin esperar nada a cambio. Por eso nos aferramos tanto a las personas y en la cultura occidental estamos acostumbrados a que la muerte es mala.

La felicidad la construye uno mismo, la trepa, la suda, la vive, la desvive, la desgasta, la mata, la revive, la pule, la quiebra, la pega el individuo propio. Nadie más es responsable y uno como persona debe tener la capacidad de hacerse feliz.

Con lo anterior no quiero decir que no debemos interrelacionarnos y que somos como una isla autosustentable, nada de eso; más bien dar lo mejor de uno sin esperar que ese otro te abra los brazos y simplemente regalarle buena vibra al universo.

martes, 12 de octubre de 2010

Creativo 24/7


Este fragmento de un discurso en una conferencia llegó a mi correo gracias a su autor Alfred Parodi y considero que son palabras, vivencias o simplemente una historia con la que podemos sentirnos identificados. Espero no me mate el señor Parodi por hacerle los ajustes que consideré. Disfrten.

En mi profesión son muchas las horas que tengo que pasar frente a mi ordenador, consiguiendo esa idea la cual parece no llegar nunca. Las horas transcurren, los que fuman colapsan el cenicero, trazamos una línea tras otra y otra, hojeamos una revista, la cerramos, tomamos otra, entramos en la web y hacemos varias búsquedas de imágenes tratando de obtener alguna idea, luz creativa, concepto, ilustración, algo; mientras pasan las horas sentados ahí frente a ese computador, también intentamos dar una vuelta por la sala o un despacho con la mente en blanco mientras el reloj sigue su ritmo habitual.

¡Se acerca la hora de Entrega!

Está bien claro que no hay fórmulas mágicas para la creatividad. SE ES O NO CREATIVO. Pero incluso siendo el más creativo esto pasa, espasmos en blanco (léase por estrés, agotamiento, o simplemente por falta de creatividad temporal) son válidos, incluso en este medio, durante este proceso, independientemente de la actividad que esté realizando o vaya a realizar siempre llevo un block de hojas blancas y mi cámara para apuntar cualquier idea o frase curiosa que escuche, algo que lea o alguna imagen particular que vea el la calle, estos archivos me han sido útiles más de una vez, en los momentos en que me he encontrado mas blanco que mi block. En mi caso y el de muchos creativos, las referencias visuales como revistas, cine, libros o la web entre otros; son recursos esenciales en el proceso de documentación antes de emprender cualquier proyecto. Incluso la música que escuchamos puede influir claramente en nuestro proceso creativo y por ende en el proyecto.

Jamás he llegado a pensarlo, pero si he escuchado la típica frase “todo está creado”. Sin embargo, cada día según mi experiencia, me convenzo más que en este medio no se carece de ideas sino de tiempo suficiente, que va más allá de mantener una charla con un cliente, disponer de un brief “lo suficientemente claro” o sentarnos horas muertas delante de un ordenador a ejecutar algo que aún siquiera hemos tenido tiempo de digerir.

He aquí un poco de mi vida cotidiana, ¿quienes me entienden? mi madre, mi padre, un amigo, una amiga o simplemente otro creativo o creativa que pasa por la misma situación que yo, no es fácil competir pero tampoco es fácil dejar de hacerlo.

domingo, 3 de octubre de 2010

Roraima tuya


Eran las cinco de la mañana del día dos cuando Julio (el asistente del viaje) se avocaba a despertar a todos los viajeros, con un canto particular que invitada a unirse a aquellos que abrían los ojos para un nuevo día; yo como desconocía su lengua y la razón me limité simplemente a ver y tomar algunas fotos de referencia. Luego de esto, el asistente tuvo la amabilidad de servirme un poco de café mientras yo contemplaba la sabana, la selva, nuestra tierra virgen entre colores verdes, naranjas, marrones y respirando el mejor aire que el planeta puede brindar, el puro.

Sin más que un pito, Julio me apresura, “hay que visitarla” dijo, el monte Roraima. Casi me desvanezco cuando lo escuché, sólo imaginar estar frente a tal creación de la naturaleza me achica. Me preparé, estuve lista en catorce punto tres minutos, tan emocionada como una niña en un parque de diversiones, mi sonrisa se perdía en la inmensidad de la jungla verde.

Me explicaron que este día sería el más fuerte, todo el día sería de caminata, cruzaríamos el río Tek y el kukenan para finalmente descansar en la base de la maravilla, hija de tres países. A medida que pasaba el tiempo conversaba con nuestro guía, que poco a poco me explicaba las aldeas que pasamos. De repente una ola de pánico entró en el grupo, estábamos siendo emboscados, nos seguían; me sentí en una película, en cualquier momento llegará el eslabón perdido y dominará a las fieras que nos quieren atacar. Pero en vez de ser atacados fuimos recibimos por una tribu que nos regalaba flores mientras bailaban, cantaban y con pintura natural nos hacían pictogramas en el rostro.

Era la bienvenida al principio de esta majestuosa experiencia, como buena caraqueña estoy acostumbrada al caos y caigo en paranoia, olvidaba que esta selva era de verdad y no estaba caminando en la de concreto, debía dejarme sumergir por la dulzura e imponencia de la naturaleza.

Bailamos con ellos, cantamos y caminaron con nosotros gustosamente, Julio me explicaba que ellos pertenecían a la tribu de los Yanomamis y que sólo ellos realizaban este tipo de rituales a los turistas para que dejaran su espíritu calculador, estafador e insensato atrás y pudiesen tomar con plenitud este viaje, ellos no consideran que los citadinos somos puros y por eso se realiza el ritual de bienvenida.

Entre la conversación y la larga caminata me quedaba sin aire, mi vista sólo divisaba piedras, lodo, tierra y mis zapatos yendo y viniendo; me sentía vencida. Pero justo en ese momento donde iba dejar caer mi morral comenzaron a aplaudir, subí la mirada y ahí se encontraba a los lejos la pureza, lo único hecho vida, el pensamiento hecho fotografía. Quedé atónita, me detuve, cerraba y abría los ojos de forma escéptica, no podía creerlo. Comencé a reírme, corrí sin aliento quería llegar ya, sentirme la más imponente de las mujeres al estar en la cima de tan exquisita obra natural.

Recordé que faltaba 1 día más para llegar a la cima, desaceleré el paso. Llegamos a la base, acampamos, hacían unos quince grados centígrados. Poco a poco por mi chaqueta se colaba el aire y me hacía esclava del clima. Decidí entrar en mi carpa, pero no logré estar mucho tiempo adentro, el atardecer era indescriptible, el cielo sin timidez, mostraba sus naranjas, rosados, morados y la luna develaba su temprana llegada.

Dieron las ocho de la noche, un cielo estrellado fue mi sábana y mi óleo en blanco de sueños.

Doce horas más tardes, estaba lista y desayunada, totalmente activa para culminar mi misión. Comenzamos, 4 horas de caminata entre más selva, los Yanomamis se despidieron de nosotros y nos hicieron otros pictogramas para no olvidar nuestra naturaleza pura y sabia. Llegamos a la mitad del camino, la sabana se veía domable, pequeña, pulverizable, cada paso me hacía más fuerte.

Seguimos nuestro camino, hasta que pise fuerte, no se vislumbraba ninguna subida, lo que teníamos era un inmenso terreno y un frío que doblegaría al más caluroso. La cima, finalmente, el tope de este viaje, respiré profundo mientras abrazaba al aire. Era demasiado tarde para apreciar cualquier detalle, la luz era mínima y el tiempo era nuestro enemigo para armar el campamento. Armado ya, el cansancio se adueñó de mi y mis pensamiento, dibujé en mi gran óleo de sueños una vez más, sólo los cielos de sitios como este te inspiran infinitamente.

Julio, nuestro fiel compañero, tuvo el detalle de sorprenderme, me anunció en secreto que visitaríamos el punto donde esta bella mujer se disputaba por tres nacionalidades, la venezolana, la brasilera y la guyanesa; no lo podía creer, vería lo que siempre me generó curiosidad de niña. ¿Cómo una majestuosidad como esta tiene tres padres, tres territorios y tres grandes guardianes? ¿Tan única es que necesita tanta atención?

Cuando vi la esfinge que identificaba el punto en el que sumergían los tres países sentía unas gotas caer, pensé “no traje el poncho, lo dejé en el campamento” pero no era lluvia, era mis ojos que derramaban la infinita felicidad que sentía, mi rostro dibujaba la sonrisa más pura que había tenido en años.

Es así como describo la experiencia del turismo venezolano, como esta, millones de historias vienen a mi cabeza, cientos de lugares únicos he visitado y lo que siempre comento a mis amigos más cercanos y colegas “quiero conocer mi país primero, sus secretos y encantos; luego iré al extranjero a hacer lo mismo”.